lunes, 19 de agosto de 2013

Hora de aventuras I - Exploración en Semuc Champey




HORA DE AVENTURAS I - EXPLORACIÓN EN SEMUC CHAMPEY

Tras varios días desconectados, Los Siete volvemos a la rutina en casa de Doña Elvira, en la escuela y en las coloridas avenidas de la Antigua.

Ha sido un fin de semana largo, lleno de aventuras, que nos ha servido como "respiro" y pequeñas vacaciones para ocho profes y seños que a la vez nos dejamos llevar por el turismo y la exploración.

El pasado jueves 15 de agosto fuimos, como todas las mañanas, a la escuela. Pero fue un día especial. No dimos mates, ni lengua, ni lectura. Nos juntamos todos en una misma clase para hablar de las profesiones. Aprovechando nuestras dotes de periodismo, medicina, psicología, relaciones internacionales, derecho y administración de empresas, montamos un escenario en la clase para representar en qué consisten estos y muchos otros empleos. Fue gracioso ver a María haciendo de juez por un "conflicto" entre Byron y Héctor y a Nelson acudiendo al médico para que Rafa y Paula le operaran.

Fue una enseñanza en toda regla. Quizá les ayudamos mucho más que corrigiendo sumas, restas y frases. Puede que fuera la primera vez que soñaran con su futuro. Quisimos que entendieran la importancia de las clases, de ir a la escuela, de sacrificar horas de trabajo en el campo por ir a aprender, a crecer y a construir un futuro más allá de las sucias y familiares calles de Santa María.

Y llegó el recreo.


Los profes, las seños y Julio pusimos rumbo a casa de Doña Elvira, donde nos esperaba don Víctor, el padre de seño Vicky, que iba a ser nuestro chófer durante el fin de semana. Ocho horas teníamos por delante para llegar al hotel "El Zapote", en Lanquín. El viaje fue más o menos ameno, sobre todo cuando nos encontramos sumergidos de lleno en plena selva tropical, de noche. Sólo podíamos ver los escasos metros que alumbraba el Mitsubishi de don Víctor, pero las siluetas dejaban libre nuestra imaginación. Oímos monos... o ranas, o animales que ni sabríamos que existían. Nos sentíamos muy aventureros.



Llegamos al pueblecito y un hombre nos esperaba. El coche de don Víctor no podía adentrarse por los escasos kilómetros que nos separaban del hotel, así que, muy emocionados, subimos al pick up de Alan, que así se llamaba nuestro nuevo chófer.

Un hotel en forma de cabañas, rodeado de vegetación, selva, animalillos y hamacas. Nuestra habitación estaba en un primer piso. Dormimos los ocho juntos y creo que nunca antes habíamos vivido tan de cerca un diluvio universal. ¡¡Parecía que se iba a romper el techo!! Nos embadurnamos de Relec, nos tapamos hasta las trancas como 'Tutankamons' e intentamos conciliar el sueño.



"Aaaaaaa chigüeña, tarabim, tarabam, wen yiaaaaaaaa". Era el despertador de Rafa.


Un día de aventuras nos esperaba. Tras un calórico desayuno, pusimos rumbo en el pick up de Alan a Semuc Champey, que significa "donde el río se esconde en la montaña". En medio de un inmenso bosque tropical se deja ver el río Cahabón, acompañado de pozas naturales color turquesa. Primero subimos montaña arriba durante 40 minutos en un paisaje espectacular. Dicen que lo importante de escalar es llegar a la cima para contemplar maravillas a tus pies. Y así fue.



Y al llegar abajo, nos esperaba la aventura. Santi, un guía bajito y muy risueño (que se acabó enamorando de Lucía Martín) nos recibió para iniciar el recorrido. Toallas fuera, bikinis y cangrejeras puestos y ¡a explorar! Todo estaba lleno de mini cascaditas y, sin miedo alguno, nos lanzábamos a través de ellas.
Pocas partes de nuestro cuerpo quedaron a salvo.





Santi nos guiaba por rincones espectaculares, que pocos conocían. Había otra cascada. Nos invitó a pasarla y a nadar en un espacio pequeñísimo donde hacías pie pero solo podías sacar los ojos y la nariz para respirar.

Disfrutamos mucho. Bajamos por otra cascada, inmensa esta vez, y muy en picado, con la ayuda de unas "escaleras" en forma de tablas y cuerdas. Sentimos la fuerza del agua para desembocar en una cueva enorme. Bajo sus pies fluía el río, y del techo colgaban estalactitas de roca moldeadas por el paso del agua y el tiempo.



Estábamos reventados, pero felices. Tras un merecido almuerzo, cambiamos de guía. Esta vez era Armando quien nos condujo por las cuevas de Cambá. Sólo nos dio como herramienta una vela pequeña, como las que te dan cuando haces la primera comunión. Fue todo un reto mantenerla encendida.
Alrededor de una hora estuvimos explorando a oscuras y con ayuda de nuestra llamita esa enorme cueva. Había tramos en los que el agua te llegaba hasta el cuello. 'Cuidado con las rocas a la derecha, y con el muro de piedra sumergido, y con los escalones resbalosos', nos alertaba Armando.
Lo más gracioso fue cuando tuvimos que saltar por un agujero donde no veías el fondo, ni el final. Era todo agua. Armando te prometía una caída sin peligro, aunque más de uno temíamos quedarnos atascados...

Salimos sanos y salvos, igual que las velas.

Fue algo increíble. Disfrutamos de la naturaleza en su esplendor y en compañía, en la mejor compañía que podíamos tener en ese momento. Los Siete y Julio. Julio y los Siete aquí, en nuestra sorprendente Guate.


Mañana seguimos con nuestras aventuras por Tikal y la isla de Flores, porque ya es muy tarde ¡y mañana hay cole!

Besitos.

Bien. Gracias. A Diós (Adiós).

3 comentarios:

  1. Por favor ya echabamos de menos vuestro relato. Este,de lo mas aventurero. Gracias


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  2. ay! me encanta el video!! q pardissss :*

    luci b.

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  3. Que guay lo que estais haciendooo!!! somos vuestras fans numero 1 jajaja mucho animo y besitos de chocolate :)
    Fdo.: Cris, Bea y Lydia <3

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