jueves, 22 de agosto de 2013

Hora de aventuras II - En tierras del Gran Jaguar





EN TIERRAS DEL GRAN JAGUAR




No era un sábado cualquiera. El Gran Jaguar fue seguramente el rey más grandioso de la ciudad maya de Tikal, acabó midiendo 1'80m (altura a considerar en aquella civilización) y murió a los 80 años por causa natural. Datos inusuales que son la guinda de una dura y gloriosa vida que comenzó con el asesinato de toda su familia a manos de los dirigentes de Kalakmul, que querían extinguir la realeza del Tikal para apoderarse de la ciudad. Sólo a uno dejaron con vida de la dinastía gobernadora de Tikal, nuestro protagonista, pues habían profetizado que sería un magnífico guerrero y realizaría grandes hazañas. La profecía se cumplió, pero no tal y como esperaba Kalakmul... Así, le educaron con las ideas y artes bélicas propias de Kalakmul para que de mayor les defendiese y les guiara al poder frente a otros pueblos. No obstante, el niño que se convirtió en hombre no se olvidó de lo que aquellos extraños le hicieron a las personas que más quería, con lo que se rebeló contra Kalakmul y salió victorioso. Acabó siendo rey de Tikal y cuando regresó a sus tierras la ciudad reconoció al que llamaron posteriormente el Gran Jaguar.




Los viajeros

No era un sábado cualquiera, nadie faltó a la cita a las nueve de la mañana para salir a desayunar. Gracias al paseo que nos dimos hacia el lugar de desayuno pudimos disfrutar del despertar de la isla de Flores caminando a orillas del lago Petén Itzá.

Salimos hacia Tikal leyendo lo que contaba la guía de nuestro destino, y ya en la puerta del parque nacional conocimos al alegre y experimentado José Luis, el que sería nuestro guía durante toda la jornada. Un buen paseo entre la selva del Petén, tercer pulmón del mundo según Jose Luis, nos condujo a las puertas de la gran ciudad de Tikal.

Nada más salir del microbús una gruesa manta de calor nos envolvió y al principio de la mañana no se olvidó demasiado de nosotros. Por suerte, los árboles aquí son ciertamente grandes y las sombras nos ayudaban en nuestra aventura. Un pizote (o coatí de nariz blanca) nos dio la bienvenida y alguno de nosotros se columpió cual Spider-Man o Tarzán con una liana que había por la senda. Pudimos constatar la grandeza del árbol nacional de Guatemala, la ceiba, al contemplar una de muchos metros de alto desde sus raices (considerado el árbol de la vida por los antiguos pobladores de estas tierras). Monos araña atravesaban el techo de ramas que se encontraba sobre nuestras cabezas y desde el cual más adelante nos regalaron una lluvia de orina y, yendo al templo IV o de la serpiente bicéfala, oímos el rugido de los monos aulladores que tan bien imitaba José Luis. Subimos al mencionado templo, que con sus aproximadamente 70m. de altitud es el más alto de todos. Sus 98 escalones, contados por Julio, nos llevaron a ver unas vistas de ensueño de la región de El Petén inundada por un océano de selva tropical con algún que otro templo maya sobresaliendo en las proximidades. Senderos por la selva y buenas explicaciones de nuestro guía nos hicieron aterrizar en la Gran Plaza, gobernada por el templo II y el templo I o del Gran Jaguar, pues bajo el mismo se encuentra la tumba del legendario rey de Tikal.

Ya en Flores nos bañamos en las calidas aguas del lago Petén Itzá en un muelle situado a unos pasos del hotel donde nos hospedábamos. Como diría el guía José Luis, el muelle acabó algo resbaloso de tantas veces que nos tiramos al agua, fundamentalmente para lograr realizar un salto en condiciones. Algunos nos despedimos de la noche sobre hamacas en la azotea del hotel y finalmente caímos rendidos en la cama tras un muy buen sábado maya, para levantarnos a las cuatro de la mañana e iniciar la vuelta a la cosmopolita ciudad de los antigüeños.



Rafa y un pizote



Paula y Lucía con el Gran Jaguar



En el Templo IV, ¡mirad qué vistas! 



Ichi pasándoselo en grande ella sola



Besos

Bien.Gracias.Adiós.


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