Jardín de Amor

Hace unos meses escribí este reportaje sobre la experiencia de Anabel y Alex el verano pasado en Jardín de Amor. Os lo dejo por aquí, para que vayáis calentando motores y empezando a descubrir y saborear esta pequeña ONG.
(Pulsa en "Seguir leyendo" para seguir con el reportaje).
Lucía F.


“Regálale un pez a un hombre y comerá un día. Enséñale a pescar y comerá toda la vida”. Julio García, un guatemalteco de 27 años y licenciado en Administración y Dirección de Empresas, decidió dejar a un lado todas las oportunidades que se le presentaban para luchar contra todos los adversarios que aún hoy dan peces pero no enseñan. Hace siete años que Julio fundó Jardín de Amor y empezó a enseñar a los más pobres de Santa María de Jesús, Guatemala, a pescar por sí mismos.


Los tiempos que corren no dejan indiferente a nadie. Que hay crisis, que no se puede. Cada vez son más los casos de familias desahuciadas, en paro. ¿Pero alguien deja que las olas le salpiquen para poder mirar a la otra orilla? Guatemala es el país centroamericano con mayor desnutrición infantil y es el país de Latinoamérica y El Caribe con el índice más alto de desnutrición crónica, de acuerdo a un informe de la Oficina del Defensor del Pueblo, cifras que explican que Guatemala ocupe el puesto 122 de los 182 países evaluados por el programa de Desarrollo Humano de la ONU. El ex presidente, Álvaro Colom (2008-2012), lo resume con una frase lapidaria: “Comida hay. Lo que ocurre es que la gente no tiene acceso a los alimentos”.



Estos datos pueden crear indiferencia, pueden conmover o pueden impulsar a la acción. Por esto último optó Julio. En abril de 2005, un grupo de madres de uno de los pueblos más pobres de Guatemala, Santa María de Jesús, acudió a este joven de 21 años, licenciado en Administración y Dirección de Empresas, para pedirle ayuda. Sabían que su padre había fundado una escuela donde ayudaba a cientos de niños en su aprendizaje diario y querían que pasara lo mismo con sus hijos en Santa María. “Me ofrecí a empezar yo solo con ese proyecto pero mi padre me aconsejó no hacerlo por las dificultades que trae consigo”, afirma Julio, “pero aposté por la necesidad de ese pueblo y en junio abrí la escuela”. Y así nace Jardín de Amor, con el objetivo de romper las cadenas de la pobreza e ignorancia por medio de la educación.

Como cualquier principio, el de Julio no fue fácil. Esperaba recibir unos veinte niños y el primer día acudieron cien. ¿Cómo dedicar una pequeña casa alquilada a modo de escuela, con escaso material escolar, a tal cantidad de niños? La necesidad de Santa María quedó reflejada, y nunca pensó en abandonar. “Al principio era muy complicado porque no teníamos donaciones directas y carecíamos de material”, asegura Julio, “pero no podía quedarme parado ante los problemas que se reflejaban en los niños”. Los jóvenes guatemaltecos son víctimas de la pobreza, la exclusión y la violencia, y sus oportunidades de desarrollo a corto y medio plazo son reducidas, según el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011-2012.

La escuela Jardín de Amor se mantiene gracias a la ayuda de aportaciones individuales, de empresas y de voluntarios. Cada vez son más personas las que acuden a la escuela para ayudar a Julio no sólo en temas económicos, sino humanos. Es el caso de Alejandro Robles, madrileño de 21 años y Anabel Berjón, de 19. Ambos acudieron a Jardín de Amor el pasado verano. “Fue la necesidad de evadirme de un mundo basado en el consumismo y en el interés propio lo que me impulsó a recorrerme los 8.600 kilómetros que hay hasta Guatemala”, afirma Anabel.

Es experimentar un cambio de realidades realmente fuerte. “Es envolverte en otro mundo rodeado de pobreza. Lo que más me chocó y a la vez de lo que más aprendí fue la felicidad y el amor con el que viven personas marcadas por el hambre, por el duro trabajo, por pérdidas de familiares, por enfermedades desde que nacen”, recuerda Alejandro.

Para Anabel, el amor es lo que mueve el mundo. El cambio está basado en ver la vida desde el amor, que es lo que hace al individuo. Pero ojalá todo lo solucionara el amor. En un país movido por la corrupción, el amor se respira en las familias, pero no al pensar en desarrollo. “No hay dinero para educación y sin ella la gente no puede exigir sus derechos como persona dentro de un estado democrático”, afirma Alejandro.
Anabel y Alejandro dedicaron un mes de su vida a ayudar a Julio, Luisa y Victoria (los tres maestros de la escuela) a enseñar a cada uno de esos cien niños quiénes son y por qué es necesario que acudan a la escuela. Los niños de Jardín de Amor viven en absoluta pobreza. “Observamos constantes problemas porque cuando tenemos niños nuevos se ven diferencias, sobre todo de alimentación, fundamental para el aprendizaje”, afirma Julio. Por eso, todos los días ofrecen una comida a los niños a base de atoles, bebida compuesta por maíz y agua, y frijoles un día a la semana como plato más fuerte para recuperar la energía gastada por el duro trabajo diario a kilómetros de sus casas.

Julio podría haber experimentado una vida completamente diferente. Pocos son los que tienen la oportunidad de acceder a la educación y mucho más a la universidad en países subdesarrollados para obtener una cualificación adecuada. Julio tuvo esa gran suerte. Una suerte que le podría haber transformado en un gran empresario guatemalteco, con un trabajo diario de seis horas y con un importante sueldo fijo todos los meses. Pero prefirió regalar sus oportunidades a niños que ni siquiera conocen el significado de la palabra “oportunidad”.

Los ingresos en Jardín de Amor no son fijos mensualmente. Varían en función de las aportaciones voluntarias, y como buen empresario, Julio establece cada mes un orden de prioridad para aplicar los ingresos. Y siempre coincide: primero los niños (mejoras en la escuela, alimentación diaria y construcción de nuevas casas), después las maestras, y lo que sobre, para él. Una diferencia abismal entre lo que podría ingresar y lo que ingresa, y una diferencia aún más grande entre lo que podría haber dado a estos niños siendo empresario y lo que les da a día de hoy: su vida.

EN BUSCA DE NUEVAS AYUDAS

Durante su estancia el pasado agosto, Alejandro y Anabel le propusieron a Julio viajar a Madrid para dar a conocer su proyecto y poder así recibir nuevas ayudas. “Es una persona muy humilde, pero entendió las oportunidades que se le abrían para mejorar la educación de los niños y accedió”, afirma Anabel.

Y así fue. Anabel, Alejandro, Curro y otros tantos jóvenes que han conocido de primera mano la realidad de Jardín de Amor junto con la ayuda de amigos y familiares, consiguieron, el pasado 31 de noviembre y 1 de diciembre reunir alrededor de 450 personas en dos cenas benéficas cuyos beneficios han ido destinados íntegramente a Jardín de Amor. Gracias a esta iniciativa, ahora son más personas las que, de una manera u otra, sienten un vínculo con las familias de Santa María de Jesús y realizan aportaciones directas a la escuela. “Fueron unos días inolvidables para mí. Llevo a cada familia en el corazón y estoy eternamente agradecido”, afirma emocionado Julio.

Son muchos los que están envueltos en una constante pobreza, pero a los que no les falta amor.
Se dice que un maestro enseña, pero Julio asegura que son los niños los que le enseñan a él el verdadero sentido de la vida: poder compartirla.

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